Azul se dirigió con cautela hacia la
fuente de los lloros, la sala de estar, pero mientras iba recorriendo
el largo pasillo que le llevaba a su destino, se percató de que la
casa no estaba como la había dejado al salir, ya que la puerta de
acceso a la sala de estar se encontraba abierta.
Recorrió intrigado el tramo de pasillo
que le faltaba y fue en el momento de atravesar la puerta cuando
percibió una sombra deslizándose ágilmente hacia su habitación.
Se armó con el paraguas creyéndose así más seguro y sin demora
corrió hacia la habitación para descubir de una vez por todas lo
que estaba ocurriendo en este día tan extraño. Al entrar en el
dormitorio no pudo reprimir un grito de terror, pues la escena que
presenció fue cuanto menos aterradora. Un fuerte relámpago iluminó
súbitamente toda la sala al tiempo que se apagaban las luces de la
casa, de fondo resonaba el rugir de la tormenta y a través la
ventana, que se encontraba abierta de par en par, la lluvia invadía
cada recoveco de la pequeña sala. Pero lo que más le impactó de la
escena fue un pequeño bulto en la cama de donde procedían los
sollozos que había estado escuchando desde que abandonó la casa.
Aprovechando la tenue luz que entraba
por la ventana siguió inspeccionando la habitación para identificar
algo más sospechoso, pero todo estaba como debiera, escepto la
cama...
Azul se precipitó a asomarse por la
ventana para ver si alguien había accedido a su casa a través de
ella mas nada a excepción de una intensa lluvia pudo distinguir en
el oscuro día, así que procedió a cerrar la dichosa ventana y ver
lo que se esondía en su cama. Descubrió súbitamente la colcha de
la cama y maldijo su suerte al encontrar un bebé llorando con una
espeluznante marca en la frente, una marca que le resultaba familiar,
una marca que había visto en el periódico de este mismo día...
Aqui está el siguiente capítulo del Plan C. Gracias a Dani Osanz por compartir. La continuación de la historia corre a cargo de David Melón Bracher (tienes hasta el lunes que viene).
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